miércoles, 9 de marzo de 2011

Mis reflexiones sobre los resultados del Censo 2010.

Tener la Razón
Por Herberto Rodríguez Regordosa

México ya no es lo que era pero todavía no es lo que tiene que ser. Los resultados del Censo de Población y Vivienda del 2010, nos dan señales claras de que México ha cambiado de manera profunda y permanente, pero todavía no podemos echar las campanas al vuelo asumiendo que somos un País próspero; hay muchos temas en nuestro cuaderno de tareas que tenemos que resolver.
Los resultados del censo son alentadores: La mayoría de los niños estudian ya la primaria, el número de analfabetas se ha reducido, casi todas las poblaciones tienen drenaje y alcantarillado, la mayoría de las casas tienen piso de concreto, casi dos terceras partes de la población tiene algún tipo de cobertura de salud, la pobreza ha también disminuido relativamente en la medida que también disminuye el crecimiento de la población y la economía crece, aunque sea lentamente. Somos hoy un país urbano y con una economía cimentada en las manufacturas y en el sector de los servicios; ya my poca gente vive del campo. En cierta forma la justicia que buscábamos en la Revolución Mexicana paradójicamente se va logrando en la medida que nos alejamos de la dependencia en nuestro campo.
Podemos asegurar que han sido en gran medida la estabilidad económica (baja inflación y crecimiento positivo) así como la inversión de nuestros impuestos en temas de infraestructura, educación y salud, los que han causado dichos cambios. Hoy vemos al menos, que nuestras contribuciones y los ingresos derivados de nuestro petróleo están empezando a incidir en cambios estructurales en nuestra población y en el perfil que México tiene como País. México hasta los años del desarrollo estabilizador venía evolucionando positivamente, pero a partir del Presidente Echeverría y la irresponsabilidad en el manejo de las finanzas públicas, perdimos el paso para el progreso. Hoy llevamos casi tres sexenios de estabilidad y esto se nota; normalmente la población con su trabajo es capaz de mejorar cuando el país tiene condiciones. Es por ello que Rubio y De la Calle afirman que México empieza a ser un país Clasemediero, aunque la definición de la clase media en México tiene una varianza todavía muy importante.
Nuestros hijos y nietos ya no se morirán de hambre si las cosas siguen como van, incluso no será necesario que emigren a Estados Unidos, pero esto no nos asegura que si no damos un golpe definitivo hacia el progreso, existe el riesgo de quedar sumidos en una mediocridad relativa: aunque avancemos, otros países irán más rápido.
Pero es claro que no tendrá las mismas oportunidades quien nace en Baja California ó en el DF que quien nace en la Sierra de Puebla, en Oaxaca ó en Chiapas; persisten las grandes disparidades y esto es uno de los grandes temas a resolver. El correcto “balanceo” del crecimiento y bienestar debe ser diseñado apoyándonos en las vocaciones regionales de cada lugar para lograr una equitativa distribución de la riqueza, o al menos disminuir la desigualdad a límites más aceptables para que el País no se nos parta en dos.
Por eso es necesario aprovechar los próximos 10 años para relanzar a México al estrellato; debemos de pasar de ser un país en vías de desarrollo a uno verdaderamente desarrollado. Hoy menos del 30% de la población tiene Internet pero casi un 50% tiene teléfono celular. Tenemos que aspirar a tener a la mayoría de nuestra población incrustada en la comunicación y en la sociedad del conocimiento que son un buen indicador del nuevo estamento global de las sociedades más avanzadas. Tenemos ahora el deber de invertir en la calidad de la educación, en perfeccionar nuestro modelo de educación superior y en invertir en la investigación que genere bienestar y crecimiento económico. Tenemos que alentar el espíritu emprendedor y conformar una sociedad cada vez más meritocrática: progresa el que trabaja, no el que nace en pañales de seda.
Soy un optimista sobre México, aunque nos aquejen sus violentos problemas, sostengo que la elección del 2012 será clave para confirmar si queremos que la democracia, la alternancia y la estabilidad se traduzcan en progreso duradero y definitivo; esta es la oportunidad que tiene nuestra generación.

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